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(guión
biográfico sobre el santo montillano San Francisco Solano [1549-1610], realizado por
Carlos García Navarro). [INTRODUCCIÓN.] La Gran
Aventura trata sobre la vida de un montillano universal: San Francisco Solano,
hombre y santo. Fue, sin duda, un hombre excepcional en su calidad de sacerdote y
misionero franciscano en América, donde desarrolló la mayor parte de su vida
apostólica. [NACIMIENTO
Y ORIGEN. INFANCIA.] Francisco
Solano nació en Montilla en Marzo de 1549. No se conoce con exactitud la fecha de su
nacimiento, pero sí se sabe a ciencia cierta que fue bautizado el día 10 de Marzo de
1549 en la Parroquia de Santiago, donde aún se conserva aunque agrietada- la
antigua pila bautismal del Santo. Francisco
fue el tercer hijo de Mateo Sánchez Solano y Ana Jiménez, llamada la
Hidalga. Sus dos hermanos se llamaban Diego e Inés. Creció Francisco en un hogar
noble y cristiano donde se apreciaba más la hidalguía del espíritu que la de la sangre. A
los cuatro años de edad ingresó en el Colegio de los Jesuitas, donde destacó por su
aplicación y buena conducta. Montilla
era un lugar eminentemente religioso. Seguramente, Solano conoció a San Juan de Ávila,
que murió cuando Francisco tenía veinte años. En aquella época, había en Montilla
docena y media de iglesias, así como cinco conventos y numerosas cofradías. Un
domingo que lo dejaron encargado de vigilar los sembrados, encerró a unos pájaros en una
cuadra usando como puerta la rueda de un carro. Así pudo ir a misa sin cuidado de que las
aves provocaran daño alguno. Desde
niño tuvo el don de pacificar a personas iracundas. Durante una excursión al río
Aguilar, tuvo que interponerse entre dos amigos que se estaban peleando, recibiendo una
fuerte bofetada que le causó una gran hinchazón en un carrillo. Francisco
prosiguió sus estudios en Córdoba, en el Colegio de los Jesuitas, algo que era frecuente
en aquella época. Era muy contemplativo y dado a la oración, y no gustaba de ir a
fiestas ni a tascas. Solía prestar dinero a los amigos que lo necesitaban. Probablemente,
cursó estudios de Medicina. No hay que olvidar que su abuelo era médico y que Córdoba
tenía gran tradición de escuelas de Medicina desde el tiempo de los árabes. [VOCACIÓN
FRANCISCANA. NOVICIADO.] Sin
embargo, a Francisco no le terminó de gustar la ciencia médica, y decidió ingresar como
novicio franciscano en el montillano convento de San Lorenzo, situado en la Huerta del
Adalid. Era un lugar de enorme belleza natural, con abundantes árboles, plantas y flores,
jazmines, un estanque con peces, caza menor y pájaros. En medio de este paraíso natural,
había varias ermitas esparcidas que invitaban a la oración y la contemplación. En el
convento, la disciplina era muy estricta y conforme a la regla primitiva. Los novicios
franciscanos pasaban la mayor parte del tiempo dedicados al silencio y la meditación.
Hablaban muy poco, siempre de dos en dos, en voz baja y no por mucho tiempo. En cuanto a
la meditación, había tres turnos diarios de media hora de duración cada uno. Francisco
era muy virtuoso, paciente y humilde. Dormía siempre en el suelo, sobre una cobija o un
cañizo de palos. Usaba un cilicio durante todo el año. Andaba descalzo a no ser que
estuviera enfermo y sólo comía legumbres y fruta. Se excedía a menudo en la práctica
de mortificaciones y penitencias, con el resultado durante toda su vida de una salud
débil y quebrantada. El día 25
de Abril de 1570 hizo profesión religiosa para ser fraile de coro. Tenía entonces
veintiún años. [ESTANCIA
EN LORETO (1572-1579). ORDENACIÓN SACERDOTAL.] Poco
tiempo después fue destinado al convento sevillano de Nuestra Señora de Loreto, situado
a trece kilómetros de la capital hispalense, en el Aljarafe, donde cursó estudios de
Filosofía y Teología. En Loreto, la observancia regular era también muy estricta. Los
maestros que más influyeron en el joven Francisco fueron dos: el teólogo y humanista
fray Luis de Carvajal y el músico y científico padre Juan Bermudo. Durante su largo
período de formación, Solano no sólo se instruyó en la teología de San Buenaventura,
sino que tuvo ocasión de desarrollar sus dotes innatas para la música y el canto. En
1576 fue ordenado sacerdote. Asistió su padre, pero no así su madre, que se encontraba
enferma y casi ciega. Lo nombraron vicario de coro, es decir, encargado de dirigir el rezo
y los cantos del oficio divino. Amante de la austeridad y la pobreza, solano se hizo una
pequeña celda en las inmediaciones del coro, en un diminuto rincón en el que apenas
cabía. La celda estaba hecha de cañas y barro cocido, con un pequeño agujero que
servía de ventana para poder rezar y estudiar. Una
vez terminados los estudios de teología, fue nombrado predicador, labor que desarrolló
en pueblos cercanos del Aljarafe como Umbrete, Villanueva y Espartinas, y que resultaría
determinante en su futuro como misionero. La tarea de predicar no era fácil, y requería
estudio continuo y dedicación permanente. Posteriormente, fue nombrado también confesor. Hay
que decir que la primera intención del santo era la de ser mártir. Solicitó sin éxito
ser destinado a Berbería para morir en el intento de evangelizar a los africanos. En
vista de la negativa de sus superiores, Solano se fijó otra meta: América, pero tuvo que
esperar algún tiempo antes de poder ver realizado su deseo de convertirse en misionero. [REGRESO
A MONTILLA.] La
muerte de su padre le hizo volver temporalmente a Montilla para visitar a su madre. Sin
embargo, su estancia se prolongó más de lo previsto debido a una epidemia mortal que
afectó incluso a varios frailes del convento franciscano. En
Montilla realizó varias curaciones inexplicables que dieron comienzo a su fama como
milagrero. Un día iba pidiendo limosna por las calles cuando una mujer le pidió que
leyera el evangelio a un niño de seis meses que llevaba en brazos. Solano vio que el
niño tenía numerosas llagas e hinchado el rostro. Cuentan que lamió el rostro y las
llagas con su boca y lengua, y que a la mañana siguiente el niño amaneció mejor y se
curó. También
curó a un pobre hombre que tenía llagas en las piernas y apenas podía andar ayudado por
unas muletas. Dicen que le besó las llagas y curó de inmediato. [ARRUZAFA
(1581-1583). SAN FRANCISCO DEL MONTE. LA ZUBIA (1587).] En
1581, Francisco Solano fue destinado como vicario y maestro de novicios al convento
cordobés de la Arruzafa, que en árabe quiere decir jardín real. Comía
hierbas cocidas. Solía visitar a los enfermos incluso desatendiendo algunas horas de
oración, y recomendaba a los más jóvenes que tuvieran paciencia en los trabajos y
adversidades. En
1583, fue trasladado a San Francisco del Monte, en Sierra Morena, a 30 kilómetros al
noreste de Córdoba. Era un paraje de gran hermosura. Allí comía sopas de pan con agua,
vinagre y un casco de cebolla. Predicaba con frecuencia en pueblos como Adamuz, El Carpio
y Villafranca, adonde iba siempre a pie. Una
de las cosas que Solano intentó imitar de San Francisco de Asís era su relación
especial con los animales. Pues bien, cuentan que había una serpiente de gran tamaño que
atacaba a ganados y pastores y hacía estragos en toda la región, y a la cual Solano
reprendió y ordenó ir al convento, donde fue convenientemente alimentada. Dicen que
después de comer la serpiente se marchó y no volvió a causar daño en la comarca. Hubo
entonces una terrible epidemia de peste en Andalucía que afectó con especial virulencia
a la ciudad de Montoro. Durante un mes, y en compañía de fray Buenaventura Núñez, fue
a cuidar a los enfermos, que eran llevados fuera del pueblo a la Ermita de San Sebastián.
Ambos frailes prestaban servicio a los afectados y les hacían las camas, los
sacramentaban y ayudaban a morir, y después los enterraban. Los dos se contagiaron de la
enfermedad pero Solano logró curarse. En Montoro, el nombre de una calle recuerda la
labor humanitaria llevada a cabo por el Santo. En
San Francisco del Monte, resucitó a un niño al que ya iban a enterrar. En
1587 fue destinado a La Zubia, cerca de Granada. Pasó por Montilla, y fue a un cortijo de
un amigo suyo que estaba enfermo. Dicen que lo curó imponiéndole las manos y haciendo la
señal de la cruz sobre la parte afectada. De
su estancia en Granada cabe señalar que iba a predicar a las cárceles y que visitaba a
los enfermos del Hospital de San Juan de Dios. Fue
allí donde tuvo noticia de que Felipe II había autorizado a fray Baltasar Navarro,
Comisario de la orden franciscana, para llevarse a 12 frailes al nuevo mundo, a las
regiones del Tucumán y Paraguay. [LA
GRAN AVENTURA AMERICANA. EL VIAJE HASTA PANAMÁ.] En
aquellos tiempos, irse a América era irse para siempre. Las expediciones tardaban en
organizarse, y así Solano tuvo que esperar algún tiempo en Sevilla antes de partir hacia
el Nuevo Mundo. En Sevilla estaba la Casa de Contratación, que por aquel entonces
centralizaba todo el comercio con la América española. En
febrero de 1589, la expedición en la que partió Solano zarpó de Sanlúcar de Barrameda
e hizo escala en Cádiz, de donde salió el 13 de marzo. La Flota de Tierra
Firme llamada así en alusión al continente americano- se componía de un
total de 36 naos, a bordo de las cuales iban unos 300 soldados y 70 misioneros entre
franciscanos, dominicos, agustinos, mercedarios y jesuitas. La nave en la que viajó
Solano era la Santa Catalina. También
hicieron escala posteriormente en Canarias, donde hicieron provisión de agua y otras
cosas necesarias para el largo viaje. Por aquel entonces, la travesía del Atlántico se
hacía bastante dura debido a la escasez de agua potable y alimentos, el escorbuto, la
acumulación de personas y las plagas de parásitos, en especial piojos, que obligaban a
los expedicionarios a cambiarse de ropa varias veces al día. La
primera escala en tierras americanas tuvo lugar en la isla Dominica, y el siguiente
destino fue Cartagena de Indias, adonde llegaron el día 7 de mayo. Desde allí partieron
el 16 de junio hacia el punto final del viaje
por el Atlántico: el puerto panameño llamado Nombre de Dios. Para poder continuar el
viaje hasta el Perú, debieron emprender la travesía a pie del istmo de Panamá, de
aproximadamente unos 100 kilómetros. En la ciudad de Panamá, Solano permaneció durante
3 ó 4 meses en el convento de los franciscanos antes de salir hacia el Perú el día 28
de octubre. [EL
NAUFRAGIO. EL VIAJE HASTA PERÚ.] Durante
el viaje de Panamá al Perú a través del Océano Pacífico les sorprendió una terrible
tormenta que hizo que el barco naufragara a la altura de la isla Gorgona, cerca de la
actual frontera entre Colombia y Ecuador. En medio del pánico general, Solano subió a
cubierta con un crucifijo en la mano y se puso a confesar a los blancos y a bautizar a los
negros. El barco finalmente encalló y tuvieron que utilizar el bote de salvamento.
Francisco fue el último en subir al bote, sin el hábito y teniendo que nadar un buen
trecho. Las olas se encargaron de hacer llegar a la isla el cordón y el hábito del
Santo. En
la isla Gorgona, pasaron muchas penalidades, y la salud de Solano se resintió
notablemente. Llovía casi permanentemente, y había muchas tormentas. El peor enemigo era
el hambre, y temían que nadie fuera a salvarlos. Se alimentaban de cangrejos leonados,
peces y culebras grandes. Algunos de los frutos y hierbas eran venenosos y causaron la
muerte de más de un náufrago. Cuentan que los cangrejos acudían a la choza del Santo, y
nadie sabía cómo lo hacía. Del naufragio consiguieron rescatar un cuadro de la Virgen e
hicieron una pequeña capilla. Solano predicó en Navidad prometiendo que pronto llegaría
el ansiado socorro, como así fue. Finalmente
llegó un segundo barco de salvamento que los condujo hasta el puerto peruano de Payta,
desde donde emprendieron a pie el viaje hasta el Tucumán, bordeando primero el Océano
Pacífico hasta la ciudad de Santa y adentrándose después en el interior del continente
sudamericano. [LA
RUTA POR TIERRA HASTA EL TUCUMÁN.] En
santa, solano se detuvo a descansar durante un tiempo, pues su salud estaba muy
quebrantada. En
aquel tiempo, se llamaba Perú a todo el territorio español de América del Sur. También
se considera que los verdaderos conquistadores de América fueron los misioneros. La doble
acción de colonización y evangelización tuvo lugar desde la costa del Pacífico hacia
el interior, es decir, de oeste a este, y no al revés. Así pues, la ruta natural era lo
que actualmente sería Perú-Bolivia-Argentina, teniendo que cruzar la cordillera de los
Andes. Los caminos eran tortuosos y estrechos, y en altitud existía el problema del
soroche o enrarecimiento del aire. Desde
Santa, Francisco fue a pie y descalzo hasta Jauja, a unos 300 kilómetros al este de Lima.
Allí permaneció durante un tiempo para descansar y para aclimatarse. Después prosiguió
su camino, pasando por Ayacucho, Cuzco, Copacabana (a orillas del lago Titicaca), La Paz,
Potosí (célebre por su abundancia de plata), Humahuaca, Jujuy, Salta, San Miguel de
Tucumán y Esteco. El
Tucumán es una región situada en el norte de Argentina, tierra muy fértil y de extensos
campos y llanuras denominada el Edén de América. Su superficie es
aproximadamente el doble de la de España, y está a una distancia de unos 8.000
kilómetros. Cuando llegó Solano, ya existía la misión franciscana llamada la
Custodia de San Jorge del Tucumán, fundada en 1565.
[CUSTODIA
DEL TUCUMÁN.] En
1589, Francisco Solano fue nombrado custodio de San Jorge de Tucumán, encargado de
visitar las misiones de la región. Las distancias entre convento y convento eran enormes,
y además estaba la gran dificultad del idioma. En el Tucumán había más de 20 lenguas,
muy diferentes entre sí. Solano aprendió pronto y muy bien, de suerte que los indios lo
consideraban un hechicero por su perfecto dominio de los distintos dialectos. Dicen que
aprendió a hablar el toconoté en 15 días. Se
puso en contacto con los naturales de la región, a los que catequizaba e impartía los
sacramentos. Tan pronto predicaba como hacía de enfermero, ayudaba en el campo o hacía
de albañil. En la mayoría de los lugares donde estuvo cuentan de él hechos portentosos,
como sacar con su bastón agua de donde no la había, amansar a un toro bravo que terminó
por arrodillarse y lamerle las manos, echar de un trigal a una plaga de langostas, cruzar
sobre su manto el caudaloso río Hondo, ensanchar una viga que no era lo suficientemente
larga, resucitar a un niño indio, tener la ropa seca después de un fuerte aguacero o
predicar al mismo tiempo a indios de distintas tribus usando un lenguaje que todos
entendían. En La Rioja del
Tucumán salvó a la ciudad convirtiendo a 9.000 indios de guerra, y cuentan que
entronizó al Niño Dios como Alcalde, originando así la fiesta llamada
"Tinkunaco", una de las más importantes del Tucumán, que se celebra el 31 de
diciembre al mediodía, bajo el sol riojano, con la asistencia de numerosas autoridades e
incontables fieles. De
vez en cuando, Solano ponía en práctica sus cualidades musicales. Cantaba y bailaba
ayudado de un pequeño rabel de dos cuerdas que tocaba con un arco. Algunos han querido
ver que se trataba de un violín, pero esto no parece probable, pues el violín era un
instrumento muy caro, un lujo que no concuerda con la extrema pobreza de Solano. Hay
quienes opinan que su apostolado fue poco eficaz, pero lo cierto es que su obra en el
Tucumán fue gigantesca, no sólo por las grandes distancias que tenía que recorrer sino
por la cantidad de indios que bautizó, estimada en cientos de miles. Es cierto que la
primera preocupación de los franciscanos era la de bautizar a los indígenas, pero lo
hacían individualmente conforme al aprovechamiento de la doctrina que cada uno mostraba.
Prestaban especial atención a los niños, para los que había escuelas en todos los
conventos. Cuando
Francisco Solano se fue del Tucumán, todos quedaron muy desconsolados y sintieron mucho
su ausencia, pues hallaban en él gran consuelo y acudían a él en todas sus necesidades.
Le querían como a un padre y lo veneraban como a un santo. [EL
VIAJE DE VUELTA. GUARDIÁN EN LIMA.] El
viaje de vuelta a Lima fue lento, constante y agotador, pues lo hizo de nuevo a pie,
enfermo y en lamentables condiciones físicas. El itinerario fue prácticamente el inverso
al de su llegada a Tucumán. Pasó por Sucre y Potosí, La Paz, Copacabana, Cuzco,
Ayacucho y finalmente Lima. En
1595, Lima era la ciudad más floreciente de América del Sur, capital del virreynato del
Perú, que alcanzaba desde Panamá hasta el Estrecho de Magallanes. También era sede del
Arzobispado y de la Audiencia Real. Tenía muchos colegios, conventos y hospitales, así
como la Universidad de San Marcos. A
finales del siglo XVI, coincidieron en Lima al mismo tiempo que Solano algunos hombres
santos como San Martín de Porres, Santa Rosa de Lima o el arzobispo de Lima Santo Toribio
de Mogrovejo. Lima
era un gran mosaico de razas y categorías sociales. Predominaban los andaluces, pero
también había portugueses y sefardíes, negros de Angola, indios de diversas tribus y
mestizos. La abundancia de dinero hizo crecer como la espuma los negocios mercantiles. Las
mujeres rivalizaban en lujos y despilfarros, e incluso las esclavas vestían de seda y con
joyas. Empezaron a proliferar los lugares de diversión y fiestas tales como tabernas,
garitos, mancebías y corrales de comedias. Francisco
fue nombrado Guardián del Convento de la Recolección. Como siempre, se resistió todo lo
que pudo antes de aceptar cualquier cargo de responsabilidad, exagerando de manera
deliberada su propia incapacidad para gobernar, pero finalmente tuvo que acatar la
autoridad de sus superiores. Su
obsesión por la pobreza era tal que no quería que se blanqueara o enladrillara la casa,
ni que se pulieran las puertas y ventanas. En su celda, tan sólo tenía un camastro, una
colcha, una cruz, una silla y mesa, un candil y la Biblia junto con algunos otros libros.
Era el primero en todo, y jamás ordenó una cosa que no hiciera él antes. Sus consejos
eran prudentes, y cuando tenía que reprender a alguno de los demás frailes, lo hacía
con gran celo y caridad. Sus excesivas penitencias y su espíritu de oración no le
impedían ser alegre con los demás. Solano era también el santo de la alegría. [SECRETARIO
PROVINCIAL. GUARDIÁN EN TRUJILLO (1602-1604).] En
1601, fue elegido Secretario y acompañante del superior provincial, cargo en el que duró
menos de un año. En uno de los viajes casi se muere por el camino, y en vista de su
delicado estado de salud, se le asignó un nuevo destino: la ciudad de Trujillo, fundada
por Francisco Pizarro apenas medio siglo antes de la llegada de Solano al Perú. En
Trujillo buscaba Solano un poco de paz y tranquilidad, y sobre todo apartarse de la gran
fama que tenía en Lima. Se dedicaba a visitar a los enfermos, en especial a una anciana
leprosa a la que a menudo llevaba regalos. En casa de otra enferma, había un árbol junto
a la ventana en el que un pajarillo cantaba deliciosamente solamente cuando iba Solano.
Predicaba en el hospital de la ciudad y también visitaba a los presos, para hablar con
ellos, confesarlos y ayudarlos a bien morir. Para
rezar, se refugiaba en la huerta del convento, en la que había numerosos pajarillos. Eran
tantos que cuentan que Solano les daba de comer por turnos, y que los que comían se
apartaban para que pudieran comer los otros. Su
amor por la pobreza era tan grande que no consentía en cambiar de zapatos, sino sólo en
remendarlos, de manera que el zapatero tuvo que engañarlo y se quedó con los antiguos
zapatos como reliquia. Al igual que Lima, Trujillo era una ciudad de gran riqueza y opulencia, sobrada de apellidos ilustres pero también de lujos y extravagancias. Solano tuvo una visión profética del terrible terremoto que sacudiría a la ciudad 15 años después, en 1619. El Santo pronosticó que se hundiría la iglesia pero que el púlpito quedaría intacto y debajo de éste quedaría ilesa una anciana. [OTRA
VEZ GUARDIÁN EN LIMA (1604). EL SERMÓN QUE CONVIRTIÓ A LIMA.] En
1604, Solano volvió a Lima, ciudad donde pasaría los últimos años de su vida. A pesar
de su precario estado de salud, continuaba haciendo grandes penitencias y pasaba noches
enteras en oración. Sus visitas a la enfermería se hicieron cada vez más frecuentes. Sin
embargo, iba a menudo a visitar a los enfermos o salía a las calles a predicar con su
pequeño rabel y una cruz en las manos. Así conseguía juntar a un gran número de
personas y las congregaba en la plaza mayor, donde se dirigía a la muchedumbre en alta
voz. Su predicación se fundamentaba en citas bíblicas y en la doctrina de los Padres de
la Iglesia. Predicaba
en todas partes: en los talleres artesanales, en los garitos, en las calles, en los
monasterios e incluso en los corrales de teatro. Especial significado tuvo su oposición a
ciertos espectáculos teatrales en los que a su juicio se ofendía a Dios. En España se
había producido una corriente de opinión en contra de este género, y muchos artistas se
tuvieron que desplazar hacia el Nuevo Mundo, donde gozaban de mayor aceptación popular.
En Lima había tres compañías de comedias. Solano entraba en los corrales con un Cristo
en la mano y mucha gente le seguía abandonando el lugar. Más de una vez consiguió que
hubiera que anular la representación, porque con él se iba todo el mundo. El
21 de diciembre de 1604, Solano pronunció un sermón que conmovió en gran manera a los
habitantes de Lima. Ese día llovió copiosamente, y muchos temían que se produjera una
inundación. En tono apocalíptico, el Santo dijo que si no se convertían habría que
lamentar grandes desastres como la destrucción de la ciudad. El efecto que tuvieron sus
palabras sobre la multitud fue tal que la gente iba de un lado para otro propagando su
terror ante lo que habían escuchado. Se armó un gran revuelo, y por la noche se abrieron
todas las iglesias y muchos se confesaron. Se sacaron procesiones, y por la calle se
podía ver a muchos disciplinantes. Durante un mes, las confesiones fueron muy abundantes.
También cuentan que hubo grandes conversiones de pecadores, que se reconciliaron
numerosas amistades y que muchos solucionaron las disputas que mantenían entre sí. [ÚLTIMOS
AÑOS DE SU VIDA.] En
octubre de 1605, Solano pasó a la enfermería del convento. Postrado y gravemente enfermo
del estómago, apenas si podía salir a predicar y a visitar a los enfermos. Procuraba
asistir a la comida en el refectorio junto con los demás frailes, pero comía muy poco,
tan sólo unas hierbas cocidas. Además, seguía excediéndose en sus penitencias y no
miraba por su delicada salud. Cuando
se levantaba, le gustaba dar paseos por el claustro del convento y rezar ante los cuadros
de la vida de San Francisco de Asís. En el aula de teología, pasaba muchas horas ante un
cuadro que había de San Buenaventura, a quien tenía gran devoción. En
octubre de 1609, hubo un terremoto en la ciudad de Lima. La primera sacudida fue de noche,
pero después se produjeron hasta 14 nuevos temblores de tierra. Cuentan que el agua se
derramaba de las fuentes y que las campanas tocaban solas. Las iglesias se llenaron de
gente. Solano salió a predicar, aunque apenas si podía tenerse en pie. Como de
costumbre, daba grandes voces invitando al arrepentimiento y la conversión. Cuentan
de los últimos años de su vida algunos hechos inexplicables y otros impropios de su
maltrecha salud, como la fuerza con que predicaba, raptos, momentos de éxtasis en los que
lo encontraban levantado del suelo, o una vez que dio tres gigantescos saltos y sólo se
detuvo cuando chocó con otro fraile. Durante su última enfermedad, le trataron cuatro médicos. Solano era poco más que un esqueleto viviente. Tenía mucha fiebre y fortísimos dolores de estómago. Finalmente murió el 14 de junio de 1610, día de San Buenaventura. Dicen que ese día los pájaros se despidieron de él cantando junto a la ventana de su celda desde por la mañana temprano. Murió a las once y tres cuartos de la mañana. Ese mismo día y a la misma hora se produjo un extraño toque de campanas en el convento de Loreto. [POST-MORTEM.] Su cuerpo fue trasladado al oratorio de
la enfermería, donde acudió gran cantidad de gente a venerarlo. Allí mismo fue
retratado por dos pintores. A su entierro asistieron unas 5.000 personas. Tan
sólo 15 días después de su muerte, se abrió su proceso de canonización, una
información sobre la vida y costumbres de Solano, y sobre los milagros y maravillas que
Dios obró por sus manos. Las gestiones comenzaron en Lima, donde hubo 500 testigos,
y después continuaron en otras ciudades del Perú, en el Tucumán y en España. San
Francisco Solano fue canonizado el 27 de diciembre de 1726. Es patrono de los terremotos, de la Unión de Misioneros Franciscanos y del folklore argentino. También es patrono de Montilla y de numerosas ciudades americanas como Lima, La Habana, Panamá, Cartagena de Indias, La Plata, Ayacucho y Santiago de Chile, entre otras. |